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Cultura del Honor

Tener una buena reputación es esencial en las culturas del honor, ya que ser honor es un bien social que otorgan los demás, o como dice Bourdieu (1965), en las culturas del honor la esencia del ser de una persona y su verdad, son idénticos a la esencia del ser y la verdad que los demás reconocen en él. Esta dependencia entre el valor que uno tiene y el que le confieren los demás hace del honor un sentimiento frágil y tenue. Lo contrario sería el amor propio, basado en el criterio de uno mismo y que es independiente de la opinión de los demás (Leary & Baumeister, 2000).

El historiador E. Ayers (1984) distingue entre dignidad y honor, basándose en la fragilidad. La dignidad es la convicción que cada individuo en el nacimiento poseyó, es un valor intrínseco que al menos en teoría es igual para todas las personas, la dignidad podría compararse con el esqueleto, una estructura interna perdurable de por vida. El honor sin embargo, se asemeja más a una armadura incomoda y vulnerable que una vez perforada no tiene ninguna utilidad.

Los códigos de la cultura del honor, tienen una serie de principios que el hombre debe seguir para labrarse activamente una reputación. Las actitudes que debe representar no solo incumben al hombre sino también de su entorno cercano, en especial las mujeres de la familia (Leung y Cohen). El honor de un hombre está entre las piernas de una mujer, esta expresión tradicional árabe indica el grado en que están implicadas las mujeres en la reputación de un hombre (Beyer, 1999).

Así para conservar su honor, el hombre no solo debe controlar su propio comportamiento, sino también el de los suyos, en especial de las mujeres. Lo que conlleva que los hombres sean los encargados de la protección de las mujeres, lo que suele significar el uso de la violencia, ya sea amenazando o agrediendo a otros hombres intrusos. Esa violencia también es usada para desalentar las posibles infidelidades, abandonos u otras acciones que produzcan vergüenza a los ojos del hombre.

Investigaciones recientes en culturas basadas en el honor en Latinoamérica ilustran esta ideas (Vandello y Cohen, 2003; Vandello, Cohen, Grandon, y Franiuk, pendiente de publicación). Los experimentos pretendían demostrar si la infidelidad de una mujer o la sospecha de infidelidad disminuían la reputación de su pareja y que la reputación de un hombre puede ser parcialmente redimida con el uso de la violencia contra la mujer.

En uno de los estudios (Vandello y Cohen, 2003), un grupo de estudiantes que de un país con una larga tradición en la cultura del honor como es Brasil (Caulfield, Cámaras, y Putnam, 2005; Johnson y Lipsett-Rivera, 1998) fue comparado con otro grupo de estudiantes que provenían del Norte de los Estados Unidos (con una escasa cultura del honor). El experimento consistía en que a través de unas viñetas escritas en las que se veía un hombre al cual su mujer le era fiel y otro al cual su mujer le era infiel. Los estudiantes debían valorar la honradez del hombre, y el carácter de este usando escalas como: fiable o no fiable. Creíble o no creíble, o buena o mala persona. También se valoraron otras variables como su fortaleza (carácter) o su virilidad (masculinidad).

Para los estudiantes Norteamericanos la infidelidad femenina no afecto a la valoración que tenían del hombre en el sentido de honradez o buen carácter. Sin embargo para los estudiantes brasileños, el hombre cuya esposa le era infiel, era valorado mucho peor en estas dimensiones (honradez o buen carácter) que el hombre cuya esposa era fiel. Para ambos grupos, el hombre cuya mujer le engaño fue visto como menos fuerte y viril. Sin embargo, esta diferencia era dos veces mayor en los estudiantes brasileños que en los norteamericanos.

En un segundo experimento se les mostró a los estudiantes nuevas viñetas con personajes distintos. En este caso la mujer había engañado a su pareja y este respondía de manera violenta. Para un subgrupo, el marido le gritaba y pegaba y para el segundo subgrupo solo gritaba ante la infidelidad. El uso de la violencia cambio la opinión de masculinidad que los estudiantes norteamericanos y brasileños que tenían del hombre, pero en sentidos opuestos. En el grupo de Brasil le hizo recuperar algo de su masculinidad, mientras que para los norteamericanos solo consiguió empeorar la idea que tenían de la masculinidad del hombre.

Y aunque el uso de la violencia física no influyo mucho en estos estudiantes, en otro experimento de características similares (Vandello et al., pendiente de publicación) con estudiantes chilenos (cultura del honor) y canadienses sí que se encontraron tasas significativas cuando el personaje de la viñeta agredía a su pareja, pero solamente era valorado de manera más positiva por los estudiantes chilenos, que no por los canadienses, cuando la razón por la que agredía a su esposa estaba relacionada con algún rasgo de la cultura del honor, es decir, cuando la causa era la sospecha de infidelidad, por excesiva coquetería con otro  hombre, pero no era significativo si lo que hacía era gastar demasiado dinero con la tarjeta de crédito.

El mayor grado de aprobación por parte de los estudiantes chilenos sobre la violencia se mostro cuando los conflictos amenazaban la reputación publica del hombre y el honor.

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Terminos útiles:

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